jueves, 13 de mayo de 2010

CUENTO DE MAYO


LA DOBLE VIDA

Había un hombre muy hermoso, con mucho dinero y con una vida ya solucionada. El único defecto que tenía era que era un alcohólico y cuando bebía se volvía un poco agresivo. Esto solo eran las apariencias porque en realidad no tenía dinero ni un buen trabajo.

Por la mañana era un mendigo, pero, para que no le conocieran, se disfrazaba porque a él le importaba mucho su prestigio. Por la tarde trabajaba en un burger limpiando el suelo, pero con otro disfraz diferente.

Todas las mañanas se ponía a pedir limosna, pero casi nadie le daba nada, incluso pasaban como si no hubiera nadie ahí. Por las tardes en el burger por algunas personas muy desagradables tiraban aposta las cosas al suelo para que lo tuviera que recoger.

Un día se puso a pensar y pensar para buscar la manera de que las personas la mirasen y además que le dieran dinero. Pensó en comprarse un perro y ponerlo a pedir con él y eso hizo.

Aunque la idea no era mala por el perro no le daban más dinero y encima tenía que alimentarlo así que se puso a pensar en otra cosa. Cuando estaba pasando por la calle, un coche atropelló a un gato. A él le dio mucha pena, pero le dio una idea: cogería al gato y lo pondría a su lado para que la gente lo viese y se fijara en él y le diera más dinero. Le sucedió todo lo contrario. La gente, al ver al gato, se iba por la otra punta porque les daba mucho asco, así que su plan fracasó.

Seguía intentando buscar la forma de que la gente le viera, pero no la encontraba. Encima por las tardes todo seguía igual; el público tan desagradable con él como antes.

Un día estaba en la calle pidiendo cuando uno de sus amigos de su vida "rica" le iba a dar dinero y le reconoció. El amigo se quedó muy extrañado y no quiso hablar más con él. Se lo dijo a todos los amigos del mendigo y nadie quería estar con él.

Como estaba todo el rato solo y encima en el burger le echaron por gritar a un cliente, estaba todo el rato bebiendo para no recordar.

Finalmente el mendigo decidió suicidarse por la vida tan triste que le había dado la bebida.